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Una antigua casona ubicada en el 716 de la calle más innovadora de la ciudad y convertida en una curtiduría gastronómica de estilo único. Barras, lámparas, muros y marcos están construidos con madera picada por los clavos de los curtidores. Un lugar en el que hasta los servilleteros son hormas de zapato. Togglinedas (tostadas), Los Rendidos (Quesos fundidos), La Carnaza (cecina), Afelpadas (quesadillas), El Tambor (pechuga de pollo), La Gamuza (codornices), El Ante (atún sellado), El Nobuck (filete de res), La Oscaria (arrachera), El Paleto (T-Bone) o El Charol (rib-eye) son algunos de los nombres genéricos de los platos que llegan a la mesas con diferentes sazones. Y que pueden acompañarse con unas micheladas con clamato de consomé de camarón fabricado en casa.